jueves, 7 de julio de 2011

Night Watch


Cuando se habla de cine ruso, la mayoría de referencias, al menos en mi caso, van hacia las obras de Sergei Eisenstein. Como La Huelga o El Acorazado Potemkin. Y aunque no me gustó nada, puede ser el Arca Rusa de Alexander Sokurov. En todo caso, mis experiencias previas no le hacían justicia a lo que podía dar el cine ruso.

Por suerte, están las películas de Timur Bekmambetov que por nombre quizá no lo conozcan, pero fue el director de Wanted, productor de 9 junto a Tim Burton, entre otros. En realidad, Night Watch (Nochnoi dozor: 2004) y su secuela de la que hablaré en otra ocasión, están basadas en la mitologia de fantasia/horror de Sergei Lukyanenko que en resumen trata sobre un tipo de paz armada que se ha dado por mil años entre las fuerzas de la luz y la oscuridad, balance que se está por romper teniendo como escenario una moderna Moscú.
Del bando de la luz, su función es vigilar los movimientos de los seres oscuros. Vale decir, vampiros, hechiceros, teriantropos, brujas y un buen etcétera. Mientras las fuerzas de la oscuridad también patrullan a sus pares, mientras ambos bandos tratan de influenciar a humanos que desarrollen capacidades más allá de lo común.




Night Watch apunta a que todo equilibrio está para romperse, y lo genial de la película, es que está construida de tal manera que cada detalle, por más insignificante que parezca repercute en una decisión más importante. Quizá por la similitud, pero Zavulon, el líder de las fuerzas de la oscuridad, me hacía recordar mucho a Jigsaw (de la franquicia Saw) en el sentido del meticuloso trabajo de orquestar cada paso que los protagonistas toman. Y esa es la dirección del film. El protagonista principal Anton Gorodetsky (Konstantin Khabenskiy) que años atrás acude a una hechicera para hacerle daño a una novia que dejó de amarlo. Suceden ciertos hechos que no contaré ahora, pero terminan forzándolo a manifestar poderes extrasensoriales. Y por ende, eligiendo un bando. El de la luz para vigilar a estas criaturas oscuras. Sin embargo, desde ese momento, todo apuntará a que Anton deba enfrentar la más atroz verdad sobre su pasado y enfrentarse con éste aunque desencadene en el fin de la humanidad.

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Entre la oscuridad y la luz

Al guion principal, se agregan varias historias secundarias que muy bien podrían haber sido desarrolladas con el cuidado que se trabajo la historia de Anton. Por ejemplo, la historia de Svetlana, la muchacha condenada por una maldición. La tensión entre Anton y su vecino el vampiro también podría haber dado para mucho más, en especial el detalle de la sed de sangre. O darle más espacio a la historia de la joven vampira cuyo compañero fue asesinado por Anton, enfrentando una eternidad de soledad y tristeza. Estos son temas que no se trabajan mucho en otras películas de este género y aún cuando aquí sólo sean señalados, uno desearía por lo buena de la película que sean más explorados.

Aparte de todo el background de temas sobrenaturales y fantásticos, es también una buena película de acción. Bastante rápida cuando tiene que serlo, y con ritmos lentos cuando necesita explicarse. Visualmente es estimulante y me quedo con dos ejemplos. Cuando se narra la historia de Svetlana, en dibujos animados con un aire sombrío y de perdición. Y el segundo, cuando se abre un vortex sobre Moscú, con cuervos girando sobre el cielo ruso como una postal apocalíptica.

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Este es el fin

En conclusión, para quien guste de lo sobrenatural, es una película muy recomendada. El tema no es algo innovador, pero es bien trabajado. Y eso es lo más importante, cómo se desarrolla una redefinición de épica fantástica en un ambiente urbano. Sobre el final, debe tenerse en cuenta que hay una secuela, así que el cliffhanger es lógico y los cabos sueltos apuntan hacia la continuación. Si tienen la chance de verla, no la dejen pasar.

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