miércoles, 13 de julio de 2011

Breakfast at Tiffany's


En las comedias románticas, se parte de una tesis casi irrefutable. Ésta es, que la película trata de encontrar una forma de relacionar a dos seres incompletos en la búsqueda de la plenitud. De ser uno. Es una forma de juntar dos partes que no nacen complementarias. La gracia de las comedias, está que al final nos dan la ilusión que esa imposibilidad sí es realizable y poder transpolar esa experiencia a la vida real. Pero en Breakfast at Tiffany's (1961) se juega en otro nivel, porque se enmascara con un beso el drama de no poder escapar del desencuentro.


Holly Golightly (Audrey Hepburn) es una texana que va a Nueva York, digamos que para encontrarse a sí misma, aunque su vida esté llena de apariencias. Apariencia de sofisticación, de independencia, hasta apariencia de amor (a cambio de “favores”). Hasta que conoce a Paul Varjak (George Peppard), un escritor citadino que en su tiempo libre (que para un escritor es bastante) es un gigoló. Toda la película se va a centrar en cómo estos dos personajes se enamoran, pero allí entran idas y vueltas, certezas y dudas que terminan con un personaje enamorado y otro muerto de miedo.



Pero para llegar a la duda, debemos pasar por la certeza. Y esa se encuentra en la escena que da el título al film. Luego del frustrado matrimonio de Holly con un millonario, ella y Paul deciden pasar un día juntos, paseando, jugando, en resumen siendo almas libres. Luego de ese día, Paul cree que lo imposible ha sucedido. Rompe con la mujer que lo mantenía y decide entregarse a Holly. Pero ella, a pesar de quererlo, decide casarse con otro millonario. Lo que va a hacer Paul el resto del film, es tratar de convencer a Holly que no sea testaruda y admita lo que siente. No obstante, en el clímax de la película, lo que Holly hace, no es admitir explícitamente que también lo ama, sino que teme quedarse sola. Que su bella imagen de independencia, es una apariencia que encierra el pavor de estar sola y vulnerable en una ciudad tan agresiva y seguramente alienante.

Una diferencia sustancial con las comedias románticas contemporáneas, es que esta película no expresa la existencia de un saber acerca del amor. Un tipo de conocimiento previo que lleve hacia él. Lo que sí se infiere, es que existe una condición previa a él. Es la de renuncia a la verdad de sí mismo a fin de buscar una nueva verdad entre los dos. Y esta renuncia, este saltar al vacío de lo que no se conoce, es una de las cosas más difíciles del mundo. Algo que me parece que Holly no termina de hacer y le da un tinte un poco más dramático de lo que se piensa al film.


Breakfast at Tiffany's
Miradas que no se tocan


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