miércoles, 13 de julio de 2011

Day of the Dead


Slavoj Zizek dice que el zombie es el fantasma fundamental de la cultura de masas contemporánea En tanto se encuentra en un espacio entre dos muertes, no regresa a la vida como una pulsión del mal o de venganza, sino como un ser sufriente de su propio deseo que recuerda fragmentos de su vida anterior transformándolo en pulsión encarnada. El zombie, por tanto, se vuelve un ser espectral que sobrevive a su propia muerte. Y quizá no haya mejor ejemplo de ello, que Day of the Dead (1985), el tercer film en la saga de los muertos vivientes de George Romero, y quizá una de las más ambiciosas junto a Land of the Dead, ya que no solo se ciñe al drama humano y decadencia social, sino que resemantiza al zombie, materializando estos problemas en ellos.


Años después de los eventos de Dawn of the Dead, la historia se centra en un grupo de científicos y militares refugiados en un bunker, a los que les había sido asignada la labor de revertir la condición de muertos vivos. No obstante, ante los nulos resultados, el Dr. Logan (Richard Liberty) decide que la mejor opción es domesticar a los zombies, teniendo como mejor resultado a Bub (Sherman Howard), un zombie “adiestrado”. Sin embargo, el líder de los militares, el Capitán Rhodes (Joseph Pilato) ve esto como una pérdida de tiempo, cuando la opción idónea seria acabar con todos los zombies y de paso, con el equipo científico que consume sus recursos. Esto genera un clima totalmente tenso y hostil, especialmente contra Sarah (Lori Cardille), la antropóloga del equipo científico. En realidad, Rhodes estaba más cerca al odio puro hacia Sarah, más allá de la resistencia hacia sus órdenes, quizá por su propia condición de mujer que rompía la heterogeneidad del grupo que gobernaba. Entre los viscerales experimentos de Logan y el carácter psicótico de Rhodes y sus soldados, Sarah, el piloto Johnny (Terry Alexander) y un amigo de éste, deciden escapar antes que se vuelva un pandemonio la situación en el bunker. Y como pasa en estas películas, eso ya es inevitable.



Más allá de las críticas sociales que cada película (limitándonos a la trilogía) de Romero esgrime, el racismo en Night of the Living Dead o el consumismo en Dawn of the Dead, hay ciertos ejes a lo largo de ellas que son invariables. Uno de ellos, que es evidente en el primer film y regresa ahora, es la incapacidad de comunicarse con los otros. Cada individuo vive en su microcosmos, en una autoclausura a cualquier tipo de contacto humano. ¿Y no es esto acaso el primer paso de la muerte? No por gusto, nosotros somos los muertos que caminan. En Night of the Living Dead, esta separación del otro obedecía más hacia una desconfianza hacia el individuo distinto a mí. Dicho sin tapujos, desconfianza al negro. Pero aquí va más lejos pues no es solo desconfianza sino miedo y odio a lo extraño, a quien no es como uno y a quien no piensa como uno. Romero crea tres grupos humanos. Los militares, los científicos y el personal civil de la base (el piloto y su amigo). Estos tres grupos tienen ideas distintas sobre cómo resolver el problema del zombie y todas radicalmente opuestas que pasan por el exterminio, la convivencia y el aislamiento. Sarah trata inútilmente de encontrar un punto en común entre estos, pero no solo es dejada de lado, sino que es amenazada de muerte por Rhodes.

Day of the Dead
Gran performance de Lori Cardille.


Y ese es el segundo eje en la trilogía de Romero, la mujer. Pocas películas como éstas han podido graficar de manera tan explícita la reivindicación femenina en la sociedad americana y la reacción del patriarcado. Desde la histérica Barbara de Night of the Living Dead, pasando por la independiente Francine que ve su papel como madre soltera sin complejos, hasta Sarah que es la única que pone un coto al poder autoritario de Rhodes, han ejemplificado, como Elisabeth Batinder señala, la generación del feminismo que bastó “para hacer saltar por los aires el modelo masculino y que cuestionó seriamente el papel tradicional del padre”. Stephen, el padre del hijo que esperaba Francine, sugiere un aborto dado el incidente zombie. Francine lo hace a un lado y hace que Stephen recapacite. Le propone matrimonio para cuidar de ella y de su hijo, pero Francine le dice no, dejando al hombre en el aire, fuera de su lugar hegemónico y tratándose de encontrar como hombre (acciones temerarias para reivindicarse, lucha contra zombies, etc.) pero teñido todo de una tristeza insondable.

En Day of the Dead, se lleva esta tensión al extremo, evidenciando un claro miedo y odio a lo no masculino que existe, o es puesto en pantalla, solo para cuestionarlo. Y Rhodes encarna todas esas características típicas de la sexualidad masculina en declive, como la fortaleza y el dominio social del hombre sobre otros incluyendo la necesidad de subyugar a la mujer. Precisamente, que una mujer venga a desestabilizar esta posición de dominio, la hace despreciable y explica la animosidad que muestra la película. No es gratuita la desconfianza de Romero hacia la figura militar, como también vimos en The Crazies. Y esto porque el militar es el último reducto del ideal (hiper)masculino de superioridad sobre el resto, pero al mismo tiempo, es inaccesible a la razón volviéndose fuente de autodestrucción y agresividad (una línea común en todas sus películas).

Day of the Dead
What are you lookin at bub?


Dos personajes más llaman la atención. Primero está Miguel, uno de los soldados del grupo pero a diferencia de estos, él pasa casi toda la película bloqueado por una sobrecarga de stress, haciéndose una carga para todos, menos para Sarah. ¿Pero la pregunta es por qué nos molesta Miguel? Fuera de todos los insultos racistas que recibe, lo que enerva en él es que se volvió todo en lo que yo no me quiero convertir, un muerto que camina. En una patética criatura, apenas humana, que se deja aplastar sin oponer resistencia. En él se depositan mis miedos y por eso necesito destruirlo antes que ellos me destruyan a mí. Es una clave para entender al odio, en tanto éste sólo se dirige hacia algo cercano o propio que es colocado en otra persona para hacernos la ilusión que nos libramos de él. Y el segundo personaje, es definitivamente el zombie Bub sobre el cual pareciese depositar la simpatía y esperanza de un mundo que se está desintegrando. Ya hemos sido testigos de los problemas intrínsecos a la especie humana que la están destruyendo por dentro, y quizá el zombie no sea, como dice Zizek, un eclipse del sentido sino un punto de inflexión al sinsentido humano. Algo que será más evidente en Land of the Dead.

En conclusión, Day of the Dead es una gran película temática y visualmente, con escenas que 25 años después siguen impactando (y desgarrando) por su crudeza y ferocidad pero sin dejar de lado todo un entramado crítico que soporte la parte visual. Otro título recomendable para los seguidores del horror y a quienes no, pues igual pueden verla pero con cuidado por la vorágine de los últimos minutos y el alucinante final del capitán Rhodes.


Day of the Dead
Choke on 'em! Choke on 'em!


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