Si Richard Kelly decidiese no volver a dirigir nunca más en su vida, con Donnie Darko (2001) tiene suficiente para ser reconocido por un largo tiempo. Una película que conjuga comedia, drama, ciencia ficción mientras se debate cuestiones metafísicas, paradojas temporales, la existencia de conejos que nos indiquen el fin del mundo y que Pitufina armaba orgías en la aldea Pitufo. Bueno, lo último solo es un pasaje que me dio mucha risa.
Si no hubiese visto antes Lost Highway de David Lynch, probablemente diría que Donnie Darko es una película compleja. Pero no lo es tanto. Requiere, eso sí, a un espectador comprometido y atento. Pues la película se arma en diferentes niveles lógicos y temporales lo que al final permite varias interpretaciones. Yo intentaré una, que por suerte, no es nada definitiva.
Ambientada a finales de 1988, Donnie Darko (Jake Gyllenhaal) era un muchacho que sufría de esquizofrenia paranoide. A pesar de ser muy inteligente, tenía problemas tanto en su familia como para desenvolverse en la escuela. Una noche, escucha la llamada de un conejo llamado Frank (James Duval) que lo hace salir de casa para encontrarse con él. Frank le dice que el mundo va a terminar en 28 días y sería el momento de regresar a casa. En ese preciso instante, la turbina de un avión cae en la habitación de Donnie, quien por suerte no estaba ahí. A lo largo de esos días, Donnie lleva a cabo diversos actos vandálicos por orden de Frank, el cual lo convence que viene del futuro. Primero, inunda su escuela. Pero esto lo lleva a conocer a Gretchen (Jena Malone) y enamorarse de ella. Luego, le ordena quemar la casa de Jim Cunningham (Patrick Swayze), un orador motivacional al cual varios profesores veían casi como un mesías. Sin embargo, cuando los bomberos entran a su casa, encuentran videos de pornografía infantil. Darko se percata que está viviendo no un tiempo presente, sino un tiempo alterno. Es decir, que a partir de la visita de Frank, se abre una tangente que terminaría precisamente en 28 días. Así, cada acción que llevó a cabo formaba parte de una cadena de eventos cuyo desenlace lleva a Darko a un sacrificio final para salvar al mundo. Su mundo, su familia y Gretchen.
De las muchas escenas inolvidables, hay una perfecta en donde hablan de los viajes temporales. Donnie, ya preocupado, se acerca a un profesor (Noah Wyle) y discuten las posibilidades de viajar en el tiempo. El profesor le dice que lo que se necesita, es un agujero en el espacio y una nave. Y Donnie trae a la conversación al DeLorean (de la saga Volver al Futuro), que no solo es gracioso como anécdota, sino como se reflexiona sobre un tema ya tocado.
Jake Gyllenhaal realmente brilla con este personaje. Cuando vemos las tribulaciones de Darko, llega el momento donde no sabemos si realmente ha perdido la razón y está viendo algo que no existe, o si en verdad alguien ha viajado en el tiempo. Donnie Darko se hace creíble. En cada emoción, en cada gesto. Lo que yo pienso es que Donnie no es quien pierde contacto con la realidad, sino el resto de habitantes de este suburbio. Adormecidos por una vida repetitiva, casi endogámica en cuanto solo se relacionan entre similares, como por ejemplo la profesora Kitty Farmer (Beth Grant) que idolatraba a Cunningham, aún cuando todo hacía ver que era un depravado sexual. Y también por ahí puede ir la película que señala a esta masa idiota, que reprime y excluye a la diferencia. A aquellos que son o piensan distinto.
La película termina con una canción magnífica, “Mad World” que sintetiza todo lo que hemos estado viendo. Un cuestionamiento a un destino predeterminado y si podemos en verdad o no tener control sobre él. Si fuera así, reiríamos como Donnie cuando al final pudo poner todas las piezas del rompecabezas en su sitio. Y si no, pues que nos caiga una turbina en la cabeza que no vale la pena vivir. De hecho, una película que no puede dejar de verse.
Si no hubiese visto antes Lost Highway de David Lynch, probablemente diría que Donnie Darko es una película compleja. Pero no lo es tanto. Requiere, eso sí, a un espectador comprometido y atento. Pues la película se arma en diferentes niveles lógicos y temporales lo que al final permite varias interpretaciones. Yo intentaré una, que por suerte, no es nada definitiva.
Ambientada a finales de 1988, Donnie Darko (Jake Gyllenhaal) era un muchacho que sufría de esquizofrenia paranoide. A pesar de ser muy inteligente, tenía problemas tanto en su familia como para desenvolverse en la escuela. Una noche, escucha la llamada de un conejo llamado Frank (James Duval) que lo hace salir de casa para encontrarse con él. Frank le dice que el mundo va a terminar en 28 días y sería el momento de regresar a casa. En ese preciso instante, la turbina de un avión cae en la habitación de Donnie, quien por suerte no estaba ahí. A lo largo de esos días, Donnie lleva a cabo diversos actos vandálicos por orden de Frank, el cual lo convence que viene del futuro. Primero, inunda su escuela. Pero esto lo lleva a conocer a Gretchen (Jena Malone) y enamorarse de ella. Luego, le ordena quemar la casa de Jim Cunningham (Patrick Swayze), un orador motivacional al cual varios profesores veían casi como un mesías. Sin embargo, cuando los bomberos entran a su casa, encuentran videos de pornografía infantil. Darko se percata que está viviendo no un tiempo presente, sino un tiempo alterno. Es decir, que a partir de la visita de Frank, se abre una tangente que terminaría precisamente en 28 días. Así, cada acción que llevó a cabo formaba parte de una cadena de eventos cuyo desenlace lleva a Darko a un sacrificio final para salvar al mundo. Su mundo, su familia y Gretchen.
De las muchas escenas inolvidables, hay una perfecta en donde hablan de los viajes temporales. Donnie, ya preocupado, se acerca a un profesor (Noah Wyle) y discuten las posibilidades de viajar en el tiempo. El profesor le dice que lo que se necesita, es un agujero en el espacio y una nave. Y Donnie trae a la conversación al DeLorean (de la saga Volver al Futuro), que no solo es gracioso como anécdota, sino como se reflexiona sobre un tema ya tocado.
Jake Gyllenhaal realmente brilla con este personaje. Cuando vemos las tribulaciones de Darko, llega el momento donde no sabemos si realmente ha perdido la razón y está viendo algo que no existe, o si en verdad alguien ha viajado en el tiempo. Donnie Darko se hace creíble. En cada emoción, en cada gesto. Lo que yo pienso es que Donnie no es quien pierde contacto con la realidad, sino el resto de habitantes de este suburbio. Adormecidos por una vida repetitiva, casi endogámica en cuanto solo se relacionan entre similares, como por ejemplo la profesora Kitty Farmer (Beth Grant) que idolatraba a Cunningham, aún cuando todo hacía ver que era un depravado sexual. Y también por ahí puede ir la película que señala a esta masa idiota, que reprime y excluye a la diferencia. A aquellos que son o piensan distinto.
La película termina con una canción magnífica, “Mad World” que sintetiza todo lo que hemos estado viendo. Un cuestionamiento a un destino predeterminado y si podemos en verdad o no tener control sobre él. Si fuera así, reiríamos como Donnie cuando al final pudo poner todas las piezas del rompecabezas en su sitio. Y si no, pues que nos caiga una turbina en la cabeza que no vale la pena vivir. De hecho, una película que no puede dejar de verse.
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Hola, soy nueva en tu blog, te encontré gracias a Reinos de Fabula! Amé esta película. Me sorprendió gratamente Jake. Mis mejores escenas son la conversación con el profesor y con la científica. Luego está el espectáculo que ponen los alumnos. La gordita con las palomas... es tan triste y tan lírico. Y luego el contacto con la "realidad" cuando aparecen las niñitas con su coreografía de danza moderna. Por un instante pensé que la realidad era absurda, plástica y mediocre. Pero es ese toque de comida rápida lo que nos encontramos a diario. Excelente análisis.
ResponderBorrarSaludos=)
Hola Damablanca, gracias por tu visita y espero encuentres otras películas que te gusten por acá. También puedes sugerirnos algunas.
BorrarVi Donnie Darko ya hace tiempo, pero recuerdo que me fascinó en tantos niveles. Desde la soberbia actuación de los hermanos Gyllenhall, los temas tratados (la alienación, el tiempo, etc), hasta por la música, tanto que conseguí el soundtrack para oir a Echo & the Bunnymen, Joy Division o Tears for Fears. Una de mis favoritas.
Eso sí, no he visto la secuela que me dicen que es muy pero muy mala.
Un abrazo.