domingo, 3 de julio de 2011

Funny Games


Esta película no tiene puntos medios. O bien te va a encantar, como en mi caso, por su originalidad e insolencia o bien te desagrada por la sensación de frustración que genera. Es imposible no reaccionar ante ella y eso la hace precisamente tan buena.

Funny Games (1997) de Michael Haneke nos lleva a un lugar irritante, al de la violencia injustificada y gratuita. Uno ve a esta familia burguesa, atrapada en su aura cálida y de juegos con música clásica y esta armonía se rompe con esta canción grindcore de Naked City, lista a desgarrarte por completo. Y toda la película, en un nivel de superficie, juega con esta idea. Un regreso utópico al orden perdido, al equilibrio de la familia, que chocará una y otra vez con nuestras expectativas frustradas. Las idílicas vacaciones de Anna (magistral Susanne Lothar), Georg (Ulrich Mühe) y su hijo Schorschi en su casa del lago se convierte en una brutal pesadilla con la aparición de Peter (Frank Giering) y Paul (Arno Frisch), dos jóvenes educados, aparentemente de la misma condición social y económica, pero que resultaron ser dos monstruos depravados.




En un primer enfoque y si uno no está atento, puede cometer el terrible error de verla como otro producto de los thriller de psicópatas. Desde luego, la culpa no es del espectador sino de la muy buena trampa que propone la película. Ésta se construye sobre ejes de un género ya digerido como el thriller, en otras palabras, va a encajar con lo familiar y todos estos elementos que nos remiten a una fantasía ya hecha propia. Tomemos un solo ejemplo, la misma casa de lago, eje de The Last House on the Left, película de Wes Craven, nos puede preparar para estos infiernos de espacios reducidos, la victimización de la familia, la tortura al inocente y débil, a un padre vengativo para defender a la familia o por último, el restaurar el orden para castigar a estos criminales. Y que por lo general es una narrativa común al género pero Haneke hace que todo esto nos explote en la cara.

Ya hemos señalado antes, que para este momento la figura del asesino ha cambiado. Ya no es más una escoria criminal del bajo mundo, como Henry o los de la película de Craven. Tenemos a estos muchachos de aspecto confiable por ser similares a nosotros. Al que le abrimos la puerta, al que el padre no expulsa a pesar del pedido de la esposa. Uno como nosotros que nos amenaza. Pero lo efectivo de Haneke es este efecto siniestro de unos asesinos evanescentes. Están ahí y no están. Rompe mi rótula y no puedo saber si realmente existe. Me explico con un ejemplo. Henry de Portrait of a Serial Killer. Sabemos que fue a la cárcel por matar a su madre y aunque los detalles son confusos, sabemos que existe una imposibilidad para una sana relación sexual y que va a configurar al asesino.

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Pero con Peter y Paul es algo radicalmente distinto. Cuando Georg estúpidamente les pregunta el motivo de sus acciones, Paul cuenta una trágica historia de incesto y pobreza, luego la cambia por consumo de drogas y finalmente interpela a Georg y le dice ¿Qué es lo que quieres oír? No tenemos un trauma que justifique al asesino, no existen las causas que expliquen esta violencia haciéndola gratuita y brutal. Ni siquiera sabemos quiénes son los que están al frente. Peter y Paul, Tom y Jerry, Beavis y Butt-head. Es decir, ya no importa el perfil del personaje para una posterior construcción psicológica que nos ayude a interpretar sus actos. Salvando las distancias, me hace recordar a la escena del Joker en The Dark Knight cuando es arrestado y no encuentran sus registros y de la misma manera, juega con sus orígenes. Y es que ya no importa el personaje ni una tesis sociológica de la razón de sus actos, sino simplemente el efecto de la existencia de estos artefactos, como los llama Haneke.

Pero el cuestionamiento al asesino va para un lado más allá del plano narrativo y eso es lo que hace incómoda a la película. En uno de los diversos y depravados juegos con esta familia, Paul le ordena a Anna que se desnude y muestre su cuerpo. Bajo toda esta lógica de género, uno podría adelantarse a la escena y pensar en una violación o algo similar. Sin embargo, ambos muchachos luego de humillarla, le ordenan vestirse. ¿Qué pienso que ocurre acá? Primero que estos asesinos están más allá de los estereotipos del género. Los vemos siempre de blanco, muy cuidados y con guantes, evitando cualquier contacto con la realidad y el exceso de ésta. Ni siquiera cerca de un exceso sexual. Esta actitud aséptica con el otro sólo parece atenuarse a través del crimen. Es decir, la violencia como la única forma de mediación con la sociedad.

Aunque incluso esto podría cuestionarse en tanto la misma violencia es controlada ya que nunca vemos un exceso de ésta en la pantalla. Sólo nosotros miramos lo que no se nos muestra y precisamente es esto lo que nos perturba tanto de Haneke. En otras palabras, el encuentro de nuestra mirada con la del asesino. Esto lo vemos en dos niveles. Primero cuando Paul mira la cámara y nos guiña el ojo. De inmediato, nos convertimos en parte de lo observado y esto enerva. El espectador pierde su cómoda posición de observador neutral. De ser un sujeto que mira, se nos reduce a la condición de objeto-mirada. Peter y Paul van a matar a esta familia y nos pregunta qué pensamos nosotros, si queremos hacer una apuesta y seguir el juego. Toda la fantasía de estar viendo otro mundo se ha derrumbado. El tagline de The Last House on the Left aprovechaba esta idea y decía “To avoid fainting, keep repeating: It's only a movie...It's only a movie...” Pero esto ya no funciona acá. El espectador no puede mantener esta aséptica separación y está totalmente involucrado en el juego. Para decirlo de manera clara, el espectador es el mismo y perverso asesino en tanto observa y esta mirada coincide con observarse a sí mismo.

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¿Quieres jugar?


Encaremos este hecho a través de Saw, la franquicia de James Wan. Diversos sujetos son víctimas de atroces torturas y asesinatos, todo muy explicito, todo está ahí. Pero el espectador está a salvo en tanto su posición no está amenazada. Para ello está Jigsaw quien realiza estas actividades no para su propio placer sino para otro, para nuestro propio goce visceral. Sin embargo, la fineza de Haneke reside en un hecho evidente e imperceptible al mismo tiempo. Es decir, que la violencia explícita está ausente. Es escuchada pero no vista. Como el terrible asesinato de Schorschi y luego de Georg. Nunca lo vemos, pero hemos recreado en nuestra mente absolutamente cada instante. Esto ya Amenábar lo hacía claro en Tesis, en tanto la violencia, este bloodlust, ya está en nosotros. Ángela anulaba la imagen y se hacía una con los gritos descarnados de la victima. Todo un nivel sensorial que dice claramente cómo es el mismo espectador quien completa las escenas. Cuando Anna mata a Peter y Paul retrocede esa escena, no solo la ficción del otro mundo se ha caído, sino que además sabemos que si habíamos apostado a un final feliz, a un final de música clásica, es imposible ganarlo. Todos van a morir. Por tanto, ¿Para qué seguir mirándola? Aunque probablemente la pregunta sería, qué tan responsables somos nosotros por la violencia en tanto seguimos viéndola, buscándola y completándola. Este es el rasgo crucial de Funny Games. Haneke nos hace cómplices del asesino, nos vuelve uno y luego nos reprocha por ello.

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Por último, regresemos al inicio del film. En esta relación con una canción que desgarra y nos impide regresar a la armonía inicial, enrostrándonos que no hay posibilidad de escape y el final casi cíclico de violencia parte por la inexistencia de una catarsis. En otras palabras, no existirá un castigo a los asesinos, un retorno de la moral, ergo, algún tipo de desfogue por parte del iluso espectador. Los únicos que recibimos una suerte de condena, somos nosotros mismos por haber seguido el juego hasta el final. Haneke cuenta que en Cannes, cuando Anna mata al gordo, la audiencia aplaudía, pero cuando la escena se reinicia, el estupor fue general. La audiencia se percató que ellos aprobaron un crimen desnudando lo más real de su deseo. Y este es el punto nodal de Funny Games. Hacer palpable la representación de la violencia en los medios de comunicación. Y la relación de ésta con el espectador en tanto es un producto de consumo, del que religiosamente necesitamos una generosa dosis. Una pregunta, no obstante, aún me perturba. Además de haberme hecho sentir algo más obsceno de lo usual, ¿acaso se nos dice que la justicia y los finales felices son el nivel más ficticio de nuestra realidad?


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