Tengo algunos recelos ante el reciente auge de esta nueva estética de vampiros que ha inundado la ficción en los últimos años. Especialmente con las edulcoradas y adolescentes Twilight y The Vampire Diaries. Y tampoco me rasgo las vestiduras para decir que lo anterior haya sido algo apoteósico, específicamente las adaptaciones de Anne Rice, pero entre todo aún se podía sentir un hálito de esa estética de horror gótico del que se supone parten los vampiros y que lamentablemente ahora se ha perdido para pasar a vampiros amanerados y sentimentales.
Stephen Sommers es uno de esos directores hechos para la masa. A él no le pidan cine arte, sólo un blockbuster divertido, lleno de acción y efectos. Y lo que Sommers es capaz de dar, es The Mummy, G.I. Joe: The Rise of Cobra y por supuesto, Van Helsing (2004). Seamos justos con esta película. No es nada del otro mundo, temáticamente floja e inconsistente, sobre expuesta a imágenes generadas por computadora, pero a pesar de todo, es divertida, trepidante y en cuenta gotas, pero tiene una dosis de la estética gótica de la que se debería alimentar. Ahora pueden decir que es un pastiche, una copia mal hecha, pero es cine posmoderno ¿qué más se puede pedir?
Así, no sorprende que se recurra a elementos comunes de la ficción gótica como la atmósfera fría, oscura y sobrenatural. Si bien, ya no es posible recurrir al contraste de blancos y negros, aún hay un juego de luces y sombras usual en el género. La religión, las maldiciones hereditarias, la soledad, también forman parte del bagaje histórico de la película. Y por supuesto, se termina por recurrir a la amplia gama de personajes tipo de la ficción gótica. Vampiros, hombres lobo, ángeles, damas en peligro, femmes fatales y héroes idealizados e imperfectos.
Si el trabajo de investigación está bien, entonces, ¿qué es lo que falla? Pues el haber intentado meter todo eso en una película. Absolutamente todo, si hasta el buen Frankenstein está metido en el cuento, recargando la película de elementos inconexos y forzados a coexistir. Esto termina, como es de suponer, por minarse a sí misma en una trama insostenible. Hasta por momentos sentía que miraba una fallida adaptación de Darkstalkers.
En conclusión. Es una película para el momento. Ligera, sin mucho que pensar, fluida, llena de acción y efectos, listos para ser consumidos. Intenta retomar algunos elementos del género, aunque de manera muy burda. Más que una reinvención del género, se siente como una parodia vacía de estas imágenes de un imaginario cultural de lo que fue el horror gótico. Pero entre el kitsch de la nostalgia y los irritantes vampiros “emo”, creo que la decisión no es difícil de hacer.
Stephen Sommers es uno de esos directores hechos para la masa. A él no le pidan cine arte, sólo un blockbuster divertido, lleno de acción y efectos. Y lo que Sommers es capaz de dar, es The Mummy, G.I. Joe: The Rise of Cobra y por supuesto, Van Helsing (2004). Seamos justos con esta película. No es nada del otro mundo, temáticamente floja e inconsistente, sobre expuesta a imágenes generadas por computadora, pero a pesar de todo, es divertida, trepidante y en cuenta gotas, pero tiene una dosis de la estética gótica de la que se debería alimentar. Ahora pueden decir que es un pastiche, una copia mal hecha, pero es cine posmoderno ¿qué más se puede pedir?
Así, no sorprende que se recurra a elementos comunes de la ficción gótica como la atmósfera fría, oscura y sobrenatural. Si bien, ya no es posible recurrir al contraste de blancos y negros, aún hay un juego de luces y sombras usual en el género. La religión, las maldiciones hereditarias, la soledad, también forman parte del bagaje histórico de la película. Y por supuesto, se termina por recurrir a la amplia gama de personajes tipo de la ficción gótica. Vampiros, hombres lobo, ángeles, damas en peligro, femmes fatales y héroes idealizados e imperfectos.
Si el trabajo de investigación está bien, entonces, ¿qué es lo que falla? Pues el haber intentado meter todo eso en una película. Absolutamente todo, si hasta el buen Frankenstein está metido en el cuento, recargando la película de elementos inconexos y forzados a coexistir. Esto termina, como es de suponer, por minarse a sí misma en una trama insostenible. Hasta por momentos sentía que miraba una fallida adaptación de Darkstalkers.
En conclusión. Es una película para el momento. Ligera, sin mucho que pensar, fluida, llena de acción y efectos, listos para ser consumidos. Intenta retomar algunos elementos del género, aunque de manera muy burda. Más que una reinvención del género, se siente como una parodia vacía de estas imágenes de un imaginario cultural de lo que fue el horror gótico. Pero entre el kitsch de la nostalgia y los irritantes vampiros “emo”, creo que la decisión no es difícil de hacer.
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