Uno de los puntos a tener en cuenta al ver este film, es cómo se grafica la distancia de la guerra a los personajes. Esto quiere decir, la posición y participación de los individuos con ésta. Y aquí sólo hay dos extremos. Europa, como lo más externo y Berlín como lo más próximo. No hay puntos medios en la participación del pueblo en la Guerra. O están muy lejos para ser victimarios y son ignorantes de lo que está pasando en los frentes. Un ejemplo es cuando un soldado ruso les narra los crímenes nazis y cómo asesinaban a los niños rusos. O están muy cerca y terminan convertidos en víctimas.
En todo caso, la película no permite una lectura que permita hablar de culpa o lecciones aprendidas.
Las mujeres de Berlin
Y quizá esto tampoco sea necesario. Si algo queda claro en la película es que el único sentido de la guerra es precisamente el sinsentido. En la guerra, toda lógica queda suspendida y lo único que puede seguir impulsando al ser humano es el instinto de supervivencia. Es por ello que a Anónima (Nina Hoss) o cualquiera de estas mujeres que tienen que prostituirse para sobrevivir no puede aplicárseles un juicio moral. Hacer lo contrario, no sería más que un absurdo. Esta lectura también permite explicar porqué Anónima en su declaración al Mayor Rybkin (Yevgeni Sidikhin) afirma que hablar de amor en este contexto ha perdido toda lógica y esto hace necesario buscar un nuevo sentido para esta palabra. Un último ejemplo nos lo brinda el film cuando Anónima busca el auxilio de los altos mandos militares soviéticos, es rechazada. Apelar a una ética donde mujeres, sean niñas o ancianas, sean honradas es algo ilógico. Anónima en realidad, no es una heroína, ella simplemente es una superviviente.
Un segundo punto, hace importante notar el rol del hombre alemán en la película. Quizá sea éste el único personaje que no es mostrado con la ambigua mirada que pueda reservársele por también ser una víctima de la guerra. Al contrario, ellos son mostrados como desasociados de lo tangible, de la propia vida. Por ejemplo, cuando el Tercer Reich llega a su fin, uno de los personajes exclama que él iría hasta el fin con sus camaradas nazis, pero es su esposa quien lo aterriza en la realidad y lo le hace darse cuenta de lo idiota de su posición. Él tiene una familia por quien velar para seguir hablando de nazismo. O aún más evidente, cuando las esposas bailan con los oficiales rusos (los violadores si se desea) tratando de la casa donde viven a fin que los soldados no entren en ella, los esposos están en un cuarto apartado hablando sobre el nuevo mapa político de Europa después de la guerra.
Finalmente, lo que sí podría soslayarse, es una suerte de estrategia que invierta los papeles tradicionales en las películas de este tipo. Aquí, los alemanes performan como los judíos en cuanto víctimas, mientras que el Ejército Rojo pareciera actuar como la SS. Claro está, sin llegar a una identificación total que termine por desvirtuar todo el film. Al contrario, el soldado ruso narra las atrocidades nazis, pero a pesar que los rusos violan a mujer que se les ponga en frente, es innegable que en algún nivel se puede hablar de confraternidad entre vencedores y vencidos por más ilógico que esto suene.
Una Mujer en Berlín, no es una película que defienda posición alguna, no matiza culpas, ni siquiera las endosa. Lo que sí hace de manera magistral, es mostrar lo complejo de lo que llamamos realidad y lo que damos por seguro, la lógica, la moral, etc., no es más que un conjunto de arbitrariedades que al caer, nos dejan en el vacío.
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