viernes, 15 de julio de 2011

El habitante incierto

En "Fear of the Dark", una de las mejores canciones de Iron Maiden, se habla de un miedo más allá de la lógica que al oscurecer, alguien más está observándote. Y que a pesar que no puedes verlo, excepto a partir de sombras o vestigios de su presencia, sabes que siempre está ahí, acechando tu existencia. Y esta referencia no es gratuita, sino que parte de un miedo básico en el ser humano, un miedo a ser observado, terror que parte de estar del otro lado de la mirada, a merced de la voluntad de este otro que nos mira y a partir de su mirada, que pueda ejercer dominio sobre nosotros. Pues la gran diferencia entre mirar y ser mirado, es quién da placer al otro, y quién está indefenso como el objeto visto.

El habitante incierto (2004) es la primera película de Guillem Morales (Los Ojos de Julia) y es un primer esfuerzo meritorio y sin ser una obra de arte, tiene ciertos elementos y logros que llaman la atención. Félix (Andoni Gracia) es un joven arquitecto que rompe con Vera (Mónica López), su pareja por varios años y queda solo en casa. Una noche deja pasar a un hombre que le pide usar el teléfono por una emergencia y en un descuido, el hombre desaparece en la casa. Félix al comienzo piensa que el hombre se había marchado, pero diversos incidentes lo llevan a pensar que éste se había quedado dentro de su casa, alterando su vida por completo, pues a pesar de buscarlo no logra encontrarlo. El pánico lo lleva a pedir ayuda a Vera y por un momento, dar la sensación que podrían estar juntos de nuevo, aunque sea de manera efímera. No obstante, la paranoia se había instalado en él, trastornándolo, haciéndolo más violento, al punto que hiere a la misma Vera cuando sospecha que está hablando con alguien más, hasta que un día, escucha ruidos en su ático. Toma un arma y dispara hacia las sombras del intruso, encerrándolo en su casa. A pesar que el misterio parecería estar resuelto, la historia da un vuelco interesante, develando al verdadero habitante incierto, cuando Félix conoce a Claudia (Mónica López otra vez) y todas las piezas de este intrincado rompecabezas finalmente sean colocadas en su lugar. Y si bien es un final previsible, no deja de ser duro.

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¿Has estado alguna vez solo en la noche?
¿Has pensado que has escuchado pasos detrás y al voltear no hay nadie ahí?
Y tan pronto te tranquilizas, encuentras difícil el voltear de nuevo porque estás
seguro de que hay alguien ahí.

La película de Morales es buena, pero tiene una falta de cohesión notoria cuando da el giro de su argumento. La transición de este objeto mirado a ser el sujeto que mira, genera fricciones y en lugar de hacerse natural, siento que provoca un corte. Personalmente, me parecería estar viendo dos películas juntas por compartir un mismo personaje en lugar de una línea concisa que siga a un individuo. La primera parte, justamente es la vida de Félix cuando es objeto mirado. Acechado por el habitante de su casa. Una sección llena de suspenso, de juego de luces y sombras, silencios y ruidos. El ambiente está lleno de miedo, pavor al poder que ejerce sobre nosotros lo desconocido. Una primera parte muy bien lograda valga decir. La segunda sección sin embargo, es paradójica. No puede negar que me gustó el cambio en Félix, cómo cae preso de la escopofilia, en el sentido de la contemplación placentera sin embargo la transformación psicológica del personaje no es explorada a cabalidad, y quedamos con brochazos superficiales que debemos llenar nosotros mismos. Por otro lado, me resultó chocante cómo una película que hasta ese momento se erigía de suspenso, admita pasajes de comedia. Para decirlo claramente, echaba por tierra toda la atmósfera del film y aún así, Morales tiene la capacidad de casi recuperarla. En el cumpleaños de Claudia, cuando Félix baja las escaleras y ve un sinfín de sombras acechando, merodeadores como él, es una escena que impresiona y paraliza. Una de las mejores de la película sin lugar a dudas.

El desenlace, resulta curioso y poco convincente. En primer lugar, la identidad del primer habitante, el esposo de Claudia. Esta es quizá la historia más forzada de toda la película y sobre la cual giran las mayores incongruencias de la película. ¿Cómo murió? ¿Cómo salió de la casa de Félix? ¿En algún momento estuvo ahí? Son tantas que es mejor verlo como una anécdota que como un verdadero personaje. Sobre la identidad de la persona que disparó en su casa, Félix descubre lo que como espectadores ya suponíamos. Lo fuerte en todo caso viene a que Félix efectivamente oyó a Vera hablar con alguien más, pero era sólo al bebé que llevaba en el vientre. Este morbosamente sería el segundo habitante, pero es una lectura antojadiza. Donde sí está la fuerza del film, es en descubrir al tercer y verdadero habitante incierto, el propio Félix. Aquí debe pensarse a la película como un ejercicio de autorreflejo, es decir de haberse estado viendo a sí mismo todo el tiempo. No pensar que a partir de un trauma se genere una fisura, una división y salga este voyerista oculto. Sino que desde el inicio, ha estado fascinado con la pulsión escópica.


Mi problema con el final, es que el tema es bien rico en matices y que no sea desarrollado a cabalidad, digamos con un personaje más contradictorio, sufriente, o que al menos alcance un nivel de reflexividad para verse a sí mismo, deja un ligero sabor a frustración con el personaje y la historia. Por supuesto, esto no quita que puedan existir más lecturas que no generen el conflicto que a mí me dejan. Como película de suspenso, comienza muy bien y termina cojeando. Pero se manejan ciertos elementos, como el poder de la mirada, que con un poco más de trabajo pueden dar para más. Si bien El habitante incierto no pasará a la historia por algunas falencias en el guión, no deja de ser recomendable.


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