jueves, 30 de junio de 2011

Lola rennt


Lola rennt (1998), se ha convertido en una de las mejores películas alemanas de finales del siglo pasado, lo cual sorprende de sobremanera teniendo en cuenta un argumento aparentemente plano y simple, donde el personaje principal, Lola (Franka Potente), corre para salvar la vida de su novio Manni (Moritz Bleibtreu) que debe una fuerte cantidad de dinero a unos mafiosos y debe hacerlo en 20 minutos. No obstante, la maestría del director alemán Tom Tykwer radica justamente en cómo de un suceso cuasi cotidiano lo convierte en un juego de saltos temporales, mundos paralelos y aparentes ciclos interminables, lo cual agrega una fluidez asombrosa al desarrollo de la trama.

Sin lugar a dudas, el rasgo prominente de esta película es el ritmo frenético que impulsa cada imagen. Sin embargo el principal problema yacía en cómo no agotar al espectador con esta vorágine de situaciones.
Con pericia, la cámara sigue al personaje principal en su carrera por las calles de Berlín, y mientras se intercala el monólogo de Lola, toda la acción circundante a ella se acelera al ritmo de la música electrónica característica de la capital alemana. El desarrollo jamás deja de avanzar e incluso la toma yuxtapone planos para que podamos observar al mismo tiempo las acciones de Manni y Lola que no se detienen hasta llegar a su destino. En ese periodo, es donde se presenta la mayor riqueza del filme pues en el camino de Lola se presentan diversos transeúntes y se da el juego de “qué pasaría si” en la vida de éstos. Es decir, se desarrollan diversos escenarios para el futuro de cada uno lo que lleva a pensar que la gran estructura de estos cambios del destino se basan en pequeños detalles y decisiones insignificantes que tomamos diariamente. Lo contrario sucede cuando Lola deja de correr. La acción disminuye su velocidad, se hacen presentes los escasos diálogos, se introduce a los personajes y se da la toma de decisiones.



Este concepto obviamente no es nuevo, ya forma parte de la tradición del arte popular y se puede rastrear elementos comunes en películas como Vértigo del inigualable Alfred Hitchcock, las historias que se entrelazan como en Pulp Fiction de Quentin Tarantino, etc. Pero ¿qué hace distinta a esta película? Considero que es el mensaje subrepticio de cómo se da la interrelación entre el sujeto y los otros y que un detalle puede cambiar completamente nuestra vida. Efectivamente, estos ligeros cambios son los detonantes del filme y de todos los escenarios presentados y hace que no hablemos de una sola historia sino de tres desarrolladas en forma espiral.

Esta relación con la cultura popular no es gratuita de ningún modo. Ya habíamos comentado el vital papel de la música electrónica como base para construir la velocidad del filme. Tykwer también construye su trama a la manera de un gran video juego, donde su personaje principal, la heroína Lola, utiliza cada “Game over” para aprender de sus errores y lograr su objetivo.

No obstante la ambición de la narración, si esta construcción circular no es llevada con maestría puede acabar con las pretensiones del filme. Por suerte Tykwer maneja cada detalle para construir una película sólida en cada aspecto y hacer una interesante paradoja: a pesar de repetir la historia en tres ocasiones, la película nunca se hace repetitiva. Al contrario, al observarla por desde otro ángulo, es decir la segunda y tercera carrera, no sólo los tres escenarios se vuelven desenlances posibles y universos únicos en sí mismos, sino que además están imbricados por la experiencia de Lola. Quizá los casos más evidentes sean cómo Lola aprende a manejar una pistola, o el ataque cardíaco del guardia de seguridad.

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Finalmente, cabe indicar que al presenciar esta película, no estamos presentes ante un drama clásico. El verdadero drama de Lola rennt radica en el desafío que nos proyecta. El que nuestro destino no obedece a deseos supracelestes. Todo lo contrario, que sí tenemos un libre albedrío para construirnos y cambiar nuestro entorno, lo cual se resume en un gesto: el grito de liberación de Lola en el casino para romper la espiral de la predestinación. La apuesta a esos 20 minutos en los que estaba atrapada.



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