jueves, 22 de marzo de 2012

War Horse

Para quienes gustamos de las películas bélicas, tenemos en la que están ambientadas en la Segunda Guerra Mundial una amplia gama de opciones, desde el conflicto en el Pacífico, en el frente Oriental, etc. De la misma manera, desde Vietnam hasta los recientes conflictos modernos, existen muy buenas películas que por lo general encierran un fuerte discurso antibélico y cuestionamiento a la sociedad. No obstante, hay pocas películas conocidas que se encarguen de reflexionar sobre lo sucedido en la Primera Guerra Mundial. Probablemente una de las mejores y más memorables sea All Quiet on the Western Front (1930) y quizá deba incluir a Lawrence of Arabia (1962). Pero sigue existiendo un vacío sobre este conflicto y por ello la mirada que hace Steven Spielberg con War Horse (2011) resulta interesante.

Y aquí viene una paradoja ya que War Horse no es totalmente una película bélica. No se detiene a pensar los motivos del conflicto, no analiza argumentos, no se carga con el velo tanático que envuelve una guerra, ni siquiera se interesa en buscar esa pesada atmósfera realista que logró en Saving Private Ryan (1998). Creo que aquí hasta podría ver una antítesis de ese film. War Horse nos habla de una guerra, es verdad, pero lo hace de una manera que presenta a personas enfrentadas unas a otras sin saber qué está pasando o por qué lo hacen. Spielberg crea una película sin maldad. Maldad en el sentido más norteamericano posible donde los rivales siempre son extraños y ajenos (como casi siempre los nazis han sido retratados) y por tanto, inheremente malos y no hay mayor peso al eliminarlos. Pero acá no, solo hay una mirada reprobatoria a quienes maltratan a los caballos de guerra.

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Hacia la oscuridad de la guerra.

Regresando un poco al film, Albert (Jeremy Irvine) es un joven campesino inglés que ve como el caballo que él crió es reclutado por la caballería inglesa para pelear contra Alemania. Posteriormente, cuando Albert cumpla la mayoría de edad, irá a pelear también en el frente Occidental, aparentemente en la Batalla del Somme. Pero Albert no es el protagonista, sino el caballo. Cuando la caballería inglesa es aplastada por el ejército de Guillermo II, el animal pasa a las manos del imperio alemán. Luego, es rescatado por una familia francesa, recapturado por el ejército alemán, y en la escena más dramática del film, entre un soldado inglés y uno alemán, es rescatado de las trincheras para retornar a manos inglesas y la seguridad del hogar.

Como indicaba líneas arriba, Spielberg busca un film neutro, limpio y sin maldad. El caballo es un vehículo para transitar por todas las posiciones del conflicto y ver que el ser humano es una víctima de sí mismo. Ni al inglés, ni al francés y ni siquiera al alemán se les puede endosar culpa en la guerra, sino a algo más allá de sí mismos. Algo que el film no toca, porque podría mancillar la belleza de sus imágenes. Y regreso a la escena del caballo atrapado en la trinchera, desangrándose por las heridas causadas por los alambres de púas. Ante este dolor, un soldado inglés y un alemán van a su encuentro, a trabajar juntos por salvar la vida de este animal. Como un mensaje a la futilidad de la guerra y que tan fácil podría resultar que dos posiciones contrariarías se encuentren. Al inicio, esto me resultaba bastante incómodo por que es muy inverosímil y anticlimático. Hasta que recordé que no estoy viendo una película bélica, aquí el soldado no regresará destruido a casa (como en Sin Novedad en el Frente), sino que proyecta más esperanza hacia el mañana. El aristócrata se hace amigo de su subordinado, padre e hijo se abrazarán con palabras de perdón y el inglés con el alemán dejarán de matarse. Al menos hasta la siguiente guerra. Y no está mal, es muy Spielberg y familiar pero también es un discurso válido.



Y el motivo por el cual rescato la película como un buen ejemplo de film bélico a pesar de ser tan suave, es porque logra retratar muy bien algo que varias películas pasan por alto, y es prestar atención a una de las características fundamentales de la Primera Guerra Mundial: el traumático y brutal tránsito de la tecnología del siglo XIX a la del siglo XX y la velocidad en la que el ser humano se adapta para seguir matándose. El caballo evidentemente venía de este pasado romántico y obsoleto del XIX, cuyo impacto bélico es anulado por el desarrollo de armas y tácticas militares del ejército alemán. Una fantástica y desgarradora escena, es el ataque de la caballería inglesa al campamento alemán, que finge una retirada hasta donde sus ametralladoras estaban emplazadas, con las que aniquilaron a los ingleses. Otro ejemplo, se ve en la lógica de la infantería que movía a cientos de efectivos por el campo de batalla, solo para quedar atrapados en las trincheras, uno de los símbolos de esta guerra, a merced de ametralladoras y artillería. Para poner fin a este entrampamiento, ambos bandos desarrollan armas químicas y tanques, y como es lógico, esto conlleva al fin de una manera de pensar la guerra y el uso del caballo en esta. Mientras en el plano narrativo, a lo mejor Spielberg no logra, o quizá siempre lo intentó, más que una historia familiar, sí consigue trazarnos un panorama sobre un cambio de época, de mentalidad y de paradigma tecnológico. Y lo hace todo con un caballo y por eso merece resaltarse.

En conclusión, War Horse es una muy buena película si sabes lo que estás buscando y qué vas a ver. Para ver un drama oscuro, de tragedia humana producto de la guerra y la locura del hombre, podemos regresar a otros trabajos de Spielberg, aunque tampoco sean mis favoritos. Pero War Horse es un film para ser disfrutado por toda la familia y allí tiene sus méritos. Para ser una fábula ambientada en la frialdad de la guerra, puede llegar a ser sentimental y visualmente bella, sin saturar los sentidos, pero tampoco es tan ligera que uno se quedará vacío al final. Y por último, cómo no conmoverse con este caballo, habría que estar hecho de hielo.


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El hombre y su caballo. El fin del binomio perfecto.

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