
La noción de la mirada enamorada, consta de tres elementos. La fuente, el blanco y el filtro. Las dos primeras no ameritan mayor explicación, y el filtro condiciona la relación entre las dos primeras instancias, casi siempre ponderando sus virtudes y obturando sus defectos. Es decir, el filtro es el interés de la fuente en el blanco, de verse reflejado o ver proyectado algo de su individualidad y cómo se involucra libidinalmente en aquello que mira. Algo similar me sucede con el cine de ciencia ficción de los 80 y principios de los 90, películas con las que crecí y aprendí que el frenesí de las imágenes no solo estaba para cautivar al espectador sino que permitía un espacio que debatiera las inquietudes del sujeto en la época, cuestionamientos hacia su naturaleza contrapuestos a su tiempo, su historia, su espacio, etc. De la mano de la experiencia visual, iba una expresión. Y entre esas películas a las que siempre puedo regresar y encontrar algo nuevo, están The Terminator (1984), RoboCop (1987) y Total Recall (1990).