miércoles, 26 de octubre de 2011

Tropa de Elite


Ante la cercanía de las Olimpiadas 2016 en Rio de Janeiro y el mundial de futbol Brasil 2014, la lucha contra el crimen en Rio se ha intensificado hasta llegar a escenas que dieron la vuelta al mundo que contemplaba en estupor la incursión en noviembre del 2010 del BOPE (Batallón de Operaciones Policiales Especiales) en las favelas cariocas, sobre todo en Complexo do Alemão. Pero quizá la sorpresa no venga por ver la imagen (de la violencia) en sí, sino porque esta ya no sigue oculta a nuestros ojos.

Sin embargo, para José Padilha, este velo que intenta ocultar que la Ley se sustenta en una violencia ilegítima no es algo nuevo. Su escasa pero impactante filmografía precisamente hace hincapié en el suplemento del sistema, pero no de manera condenatoria, ya que eso sería dirigir la opinión del espectador, sino de una manera más aguda pues al develar el exceso no como opuesto sino como el reverso necesario de la Ley, provoca que el espectador se sienta interpelado. Escindido entre la vehemencia de la censura y la dubitativa aprobación. Y justamente, ese es la sensación que me deja Tropa de Elite (2007).


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Narrada in medias res, la historia se centra en la historia del capitán del BOPE Roberto Nascimento (Wagner Moura) y una especie de cruzada de esta organización ante el avance de las bandas criminales en las favelas y la corrupción de la Policía Militar (PMERJ). Nascimiento es el instructor de Neto Gouveia (Caio Junqueira) y André Matias (André Ramiro) dos miembros de la PMERJ que frustrados por la corrupción de su institución, ven en el BOPE una alternativa real a cuidar a la ciudadanía, mientras que Nascimento ve en ellos un reemplazo necesario para recobrar su vida y su familia. Aunque más que una focalización en los personajes o explicar los motivos de estos, considero que la película presta mayor atención a la posición de los grupos u organizaciones frente a la ley pública y allí está la gran tensión de esta con el espectador.



Tracemos dos polos opuestos y posiciones planas frente a la ley. Por un lado, la policía (PMERJ) y el ciudadano común, que Padilha los ejemplifica con las ONG. Ellos actúan dentro del marco legal, están ceñidos a la ley pero tienen una falencia inherente que les impide ser un todo coherente que resuelva los problemas de la sociedad. La PM es corrupta, los de la ONG son cínicos (fuman marihuana, venden drogas, etc.). Al otro lado está la posición de la ilegalidad. Allí están los criminales que rigen el destino de las favelas. Claramente actúan fuera de ley, la violan en pos de un beneficio económico, implementan un propio código, pero no para crear un nuevo espacio (lo que sería hasta una alternativa altruista) sino que solo violan la ley para su propia ganancia. Pero existe una tercera posición que la encarna el BOPE. Ellos son una organización dentro de otra organización que existe para compensar la ineficiencia del poder público legal y que permita asegurar el suave funcionamiento de la maquinaria social. Pero sus excesos, uso de torturas, ejecuciones, etc., coloca al BOPE por encima de la misma ley a pesar de estar inscrita a ella. A priori, el BOPE es una paradoja pero creo que hay dos lecturas que permiten entender mejor qué nos dice la película respecto a ellos.

Por un lado, es muy evidente cómo se señala la naturaleza de no-todo de la ley pública. Existe un vacío en ella que necesita ser complementado. Como dice Slavoj Zizek en La obscenidad del poder [1], existe un doble sombrío del poder legítimo. A esto lo llama el suplemento obsceno, que no debe entenderse como un simple exceso transgresivo (el golpe, la tortura, la ejecución) sino como un poder que constituye el soporte de la ley pública. Es en breve la condición de estabilidad de esta última. Veamos un ejemplo más claro, el BOPE entra a la favela y ante el nulo apoyo de la gente para delatar al narcotraficante, golpea a un muchacho y tapa su rostro con una bolsa hasta que finalmente “brinda” la información. Al final los agentes cumplen su misión sin reparar cómo lo han logrado. A riesgo de una polémica, creo que la violencia ejercida es lógica y esto en la medida que la violencia sólo aparece cuando una ficción se ve amenazada. Un golpe solo se da cuando la autoridad es cuestionada. Y en este caso, la incursión a la favela devela que la policía es incapaz de cumplir su función y solo el golpe puede volver a encauzar la ficción colectiva que el poder es coherente.

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Por otro lado, aquí viene el juego que nos interpela. Por qué existe un segmento de la población que está de acuerdo con esto. Por ejemplo, en Perú donde el coronel Elidio Espinoza es considerado héroe aún cuando se le acuse de asesinar a delincuentes extrajudicialmente. Aunque Zizek sostenga que lo que mantiene verdaderamente unida una comunidad no es tanto la identificación con la ley sino la identificación con transgresión o suspensión de esta, creo que el motivo radica en la necesidad de mantener la ficción del todo coherente de la Ley. Es decir, si admitimos su falencia, se viene abajo toda la narrativa sobre la cual estamos inscritos como sociedad. Si la Ley pública no funciona, entonces que se caiga todo y cada uno haga lo que quiera. Ante ese enajenante escenario, pues no está mal este suplemento transgresivo que estabilice la ficción.

Lo preocupante, es que se ha perdido el poder desestabilizador que representaría hacer visible el fundamento de la ley pública, es decir, la violencia de esta. Lo sabemos y ya no importan tanto. Ahora esto es tan aceptado como la naturaleza del no-todo de la Ley, cuando debería ser todo lo contrario. Despertarnos, hacernos cuestionar lo que estamos siendo como comunidad. Pero existe una tercera lectura que nace de este caso que ocurrió en mi país y se complementa con la película. Como mencioné, frente a la Ley existe una polaridad canónica (legal e ilegal) y el BOPE por momentos aparece en una posición ambigua entre ambos que es precisamente lo que incomoda al espectador que siente que está bien poner orden pero está mal en los excesos. Y aunque la película no lo dice, yo infiero que en nosotros existe un anhelo por un tercer lugar. Que para mí sería la posición de lo no-ilegal. Es decir, aquel que esté fuera de la ley pero no por encima de ella. Sería un lugar opuesto a lo ilegal (delincuentes) pero complementario a lo legal. Pero esto es casi una entelequia pues tener el poder y subordinarse a la ley sería solo la posición reservada al héroe, un héroe que se anhela pero que ni en la realidad ni en Tropa de Elite existen.

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[1] El acoso de las fantasías. México : Siglo XXI, 2007.


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1 comentario:

  1. En el review esta vez veo que te desviaste bastante de la pelicula para casi centrarte en la filosofia y sociología. Es creo imposible no hacer eso dado la cercanía que tenemos con el tema y la crudeza de esta historia. Al menos en mi caso, me identifiqué totalmente con el papel de Neto y luego con la sed de venganza que se apodera de André. La película me pareció muy buena. Cualquier seguidor de Maniqueo ve esta película y termina llorando sangre. Cierto es que me molestó esa perspectica hiperrealista de la cámara en las partes de acción. Soy en ese aspecto un burgues (con alma de obrero) que disfruta de las herramientas e infraestructura fílmica hollywoodenses y me irritó el movimiento brusco de la cámara. Pero la historia cruda y brutal me pagó con creces el quedarme soportando esa pequena incomodidad. La recomiendo con todo. Ahora a por la segunda caralho!

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