domingo, 18 de septiembre de 2011

Señorita de buena presencia buscando empleo

El arte de performance es una actividad común en nuestros días. Consiste en sacar la expresión del arte de su espacio institucional: una tarima, un escenario teatral, una galería, etc., para pasar a utilizar el soporte mismo de la realidad cotidiana, ahí donde todos nos desenvolvemos. En principio, todo lugar y momento puede ser sorprendido por una performance, y mientras más transgresiva esta sea, su rol se puede transformar en una potente declaración política, que ya no asume las seguridades ni garantías que otorgan los marcos delimitantes (ideológicos) de los “recintos de arte”.

En el Perú hay una larga tradición, que se relaciona al happening, las apariciones performativas y la fotografía, que nos lleva hasta la incursión de Norka Rouskaya, José Carlos Mariátegui, Cesar Falcón y otros personajes, en el Cementerio de Lima en 1917, para hacer una especie de marcha-danza nocturna, que fue denostada por la prensa y los sectores conservadores de la sociedad limeña por su perversión.

viernes, 16 de septiembre de 2011

I saw the devil

Por lo general cuando vemos películas, entramos en un territorio conocido. Digo, estamos ya acostumbrados a muchos de sus formatos, tipos narrativos y jugarretas. Como espectadores, hemos adquirido desde niños ciertas competencias para descifrar como funciona esa re-presentación del mundo que es el cine. Inclusive cuando los directores manieristas y posmodernos comienzan a romper la lógica en general, las personas pueden entrar fácilmente en el lenguaje propuesto. Una hipótesis es que este aprendizaje muchas veces hace que la experiencia cinematográfica se aletargue, se convierta en un mero ritual social que en vez de proporcionar nuevos acontecimientos en la percepción subjetiva, la domestican y estandarizan. En corto, al cine cada vez más, le cuesta sorprendernos.

Por ello, cuando aparece algo que es diferente, que nos gratifica o mortifica, más allá de nuestras seguridades adquiridas, estamos frente a lo que Alan Badiou llamaba el acontecimiento.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

The boys in the band


Hace poco, comprando películas, me quede pegado frente a los abrumadores catálogos de mi dealer, tratando de pensar en algo interesante para pedir. ¿Brother tienes algo de William Friedkin?. Junto con varias que ya tenía –Contacto en Francia (1971), El exorcista (1973), Cruising (1979), Bug (2006)—, me saco una que no había visto: The boys in the band (1970). Por la tapa, parecía una película de gangsters, sin embargo cuando la puse en casa me dí con la sorpresa de que era una película sobre un grupo de gays en sus treintas. La cinta no era lo que esperaba, pero aún así le di unos minutos. Luego pasa el tiempo, te quedas hasta el final, y te das cuenta que haz visto una BUENA.

Creo que esta percepción se asienta en el hecho de que a pesar de estar localizada al interior de una cultura y de una experiencia vital específica –la homosexual neoyorkina— esta obra tiene un alcance universal, te interpela (te mueve) independientemente de lo que te guste hacer o dejar de hacer con tus perversas fantasías o con tus genitales y zonas aledañas.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Die Brücke


De todos los films que he visto sobre la Segunda Guerra, uno de mis favoritos es La Caída (2004) cuya fuerza radicaba en mostrar el horror del delirio colectivo de la ideología nazi, pero manteniendo una distancia entre quienes dirigen y un pueblo alemán apolítico y víctima. Algo muy similar a lo que ocurre en Anonyma (2008). Sin embargo, esta es una mirada a 60 años de la guerra. El Puente (1959) de Bernhard Wicki forma parte de una serie de films alemanes casi inmediatos a la caída del nazismo que se pone a reflexionar sobre esta época. No obstante esta película no piensa sobre la guerra en sí, sino sobre la sociedad alemana y el individuo. La duda que asalta estos films de posguerra y sobre todo a El Puente, es la certeza que la ideología es una insania pero el sujeto no puede pensarse traicionando a la patria. En una situación de estar entre la espada y la pared, donde el heroísmo llega a ser tan absurdo como la misma supervivencia.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Green Lantern

A diferencia de Marvel que explota (a veces hasta el hartazgo) a sus personajes de comics en películas, DC no ha tenido una estrategia muy efectiva ni agresiva para también llevar a sus héroes a la pantalla grande. En el cine, sólo la saga de Superman estelarizada por Christopher Reeve y su héroe más “exitoso” Batman que además de la serie de los 70 tuvo su apogeo en los 90 con las buenas películas de Tim Burton y los desastres de Joel Schumacher. Christopher Nolan puso de nuevo en apogeo a Batman aunque Bryan Singer no tuvo el mismo éxito con Superman. ¿Pero qué pasaba con el resto de sus héroes? Además de la serie de TV de Wonder Woman y otra más efímera de Flash, el resto se tuvo que conformar con series animadas. Hasta que Martin Campbell (GoldenEye, Casino Royale) con Green Lantern (2011) lleva al cine a otro héroe más de DC. 
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