Escopofilia: Iron Man 3

No cabe duda que desde que comenzó este siglo, a diferencia de DC que solo ha podido llevar a Batman a la pantalla con éxito comercial y de crítica, Marvel ha colocado a casi todo su panteón de superhéroes con mayor o menor grado de reconocimiento. Desde personajes menores y poco interesantes como Ghost Rider (2007) o Elektra (2005), hasta quizá su mayor logro (sobre todo comercial) con The Avengers (2012) luego de un trabajo bastante elaborado con cada uno de los vengadores en pantalla para darlos a conocer al público en general. Ante la vorágine de películas con tramas similares, era evidente el temor a la repetición y de allí, estar un paso más cerca al hartazgo.

Pero si algo nos deja claro Iron Man 3 es que nunca podemos dar algo por sentado con la “Casa de las Ideas”, siempre habrá un espacio para sorprendernos y reinventarse a sí misma. Bajo la sorprendente dirección de Shane Black, Iron Man 3 no solo es la mejor película de la trilogía sino un refresco al universo de Marvel, que parecía haber alcanzado con demasiada prisa su cima con The Avengers. Lo que significa Iron Man para este universo, es darle una vuelta de tuerca, es rehumanizar este mundo superheroico y de paso, hacérnoslo sentir propio de nuevo.

Efectivamente, si The Avengers con personajes como el dios Thor o Hulk nos lleva a encontrarnos con razas alienígenas, portales interdimensionales y agencias gubernamentales orwellianamente omnipresentes y toda una parafernalia efectista pero quizá poco tangible, Iron Man 3 es una secuela (en todo el sentido de la palabra) emocional. Es una película que regresa a la Tierra y se concentra en el hombre. Me animo a pensar que es por ello que más tiempo en pantalla vemos a Tony Stark, humano, traumatizado (por los eventos de The Avengers) y frágil que al superhéroe en armadura.

De manera somera, recordemos el argumento. Tony Stark (Robert Downey Jr.) hacia el final de The Avengers viaja por un portal a otra dimensión para detonar un misil que de otra manera habría destruido la ciudad. Aunque este heroico acto le gana el respeto de sus compañeros, daña psicológicamente a Stark. En Iron Man 3, lucha contra esto que merma su relación con Pepper Potts (Gwyneth Paltrow). Y por supuesto, lucha contra el enemigo de turno. Esta vez, la organización AIM (Ideas Mecánicas Avanzadas) liderada por Aldrich Killian (Guy Pearce) y el terrorista Mandarín (Ben Kingsley).

Volvamos a la idea anterior que esta película ha rescatado al hombre en el héroe. Efectivamente, Tony Stark exuda humanidad. Es un hombre enfermo, es un hombre quebrado pero sigue siendo un héroe. En un mundo donde los dioses caminan entre hombres y aliens invaden ciudades, Marvel nos entrega su producto más antropocéntrico, más cercano al espectador. Y no solo a partir del personaje, sino sobre el mundo que lo constituye. Iron Man 3 es quizá la película de Marvel mas aterrizada sobre una sociedad extratextual. Nos habla de miedos sobre amenazas reales y palpables. Esto es darle más importancia al temor al terrorismo que al que existe sobre aliens. Y esto además la convierte en la película más política de todas las generadas por Marvel, aunque con una clara diferencia al Batman de Nolan por ejemplo, que no se desprende de su ominosa crítica social. Por supuesto, un producto de Marvel no es un ensayo político. Iron Man por el contrario apunta a la parodia, a la ácida ironía para develar los fetiches y clichés del temor norteamericano sobre el terrorismo global, sobre su narcisista amor por las armas y el intervencionismo internacional que lo ciegan de las amenazas propias y locales. No tengo dudas que ese magistral giro argumental sobre el Mandarín que hasta cierto punto era una caricatura de Osama Bin Laden, es el punto más fuerte del film. Aunque el avasallador encanto de Iron Man y la magistral perfomance de Robert Downey Jr., permiten aligerar estos acercamientos tampoco deberían opacarlos.

Y quizá estos detalles sean lo que potencian esta entrega. Si con The Avengers, teníamos la grandiosidad de una estética comic llevada a la pantalla, si teníamos a todos los personajes de Marvel presentes por el precio de una sola entrada, Iron Man 3 devuelve el interés hacia las películas en solitario y las múltiples posibilidades que ofrecen al público. Más allá de la estrategia de la empresa por enganchar periódicamente al público con rotundos blockbusters engarzados el uno con el otro, debe admitirse que no todos se tratan de productos en serie que garantizan su éxito en el nombre que llevan. Se nota un especial cuidado por cimentar al personaje. Por salvarlo de los fuegos artificiales que significarían el abuso de efectos especiales y un guión soso y grandilocuente al profundizar su historia, humanizarlo y hacerlo empático hacia el consumidor. Como se mencionaba al inicio, hacerlo propio y cercano. Iron Man 3 podría ser la piedra base para las siguientes entregas que planea Marvel con Thor: The Dark World y Captain America: The Winter Soldier, las piedras angulares de su proyecto principal de Vengadores, al construir un balance magistral entre la espectáculo de la acción y el meticuloso trabajo de construir un personaje plausible.

Como nota a pie de página, un comentario hecho por mi perspicaz hermano. Y es que luego de salir del cine, algo malo tenía que decirse para no hacer una reseña tan ligera. Así que la crítica viene en forma de loa. Respecto al villano del film, Aldrich Killian el líder de AIM, es incuestionable su similitud con otro villano de los 90, el denostado Riddler de Batman Forever (1995). O es que se puede negar que ambos compartan un origen común, del genial científico al que el patrón millonario le rompe el corazón y ante el inminente final jura venganza. Por supuesto, Shane Black nos trae un mejor producto que el inefable Joel Schumacher. Pero no te preocupes Joel, de cierta manera tu legado al cine de superhéroes ha sido reivindicado.