Cerca a una década antes de los eventos del 11 de Setiembre y que Paul Greengrass llevara de manera acertada al cine con United 93, en diciembre de 1994, una célula de la GIA (Groupe Islamique Armé o Grupo Islámico Armado) secuestró un avión de Air France en Argelia con la intención de hacerlo explotar en Paris. El gobierno francés, cuando el avión aterrizó en Marsella para llenar combustible, envió a su fuerza elite, la GIGN (Groupe d'Intervention de la Gendarmerie Nationale) que acabó con los terroristas salvando a la mayoría de pasajeros secuestrados en una de las operaciones antiterroristas más exitosas de la historia.
Este es el argumento de El Asalto (2010) de Julien Leclercq, cuya obra por trama puede ser comparada por obvios motivos con la de Greengrass. Sin embargo, tanto en formato como en la manera como desarrolla el argumento, Leclercq toma distancia y ofrece una película muy buena, impactante y con una identidad propia.
Mezclando la cámara tradicional para las escenas de diálogo y una cámara en mano o libre sobre todo para las partes de acción, el film logra un notable balance entre el drama y la acción. En esto último me atrevería a decir que muestra incluso un mejor manejo que Greengrass en su trilogía de Bourne. El seguimiento de cámara a la incursión de la GIGN en el avión, bien complementaba con el cuidadoso uso de una paleta de colores azules y grises, impregna a la imagen de una sensación de peligro y tensión sobrecogedora, quiero decir, que te mete en la escena en lugar de perderte en la vorágine del movimiento de cámara.
Por otro lado, Leclercq pone especial énfasis en su intento por difuminar las barreras de la ficción. El film se construye sobre un estilo de faux-verité, con una cámara que intenta recoger toda la realidad, cosa que sabemos es imposible, pero no por ello podemos dejamos de apreciar el intento. Para ello, la película yuxtapone imágenes reales (escenas de TV del verdadero secuestro) y lo que está recreando, lo que da una sensación de verosimilitud, o al menos intenta hacer creíble la ficción.
Sobre el argumento, opta por desarrollarlo a partir de tres líneas narrativas con tres personajes principales. En primer lugar está Thierry (Vincent Elbaz), un ejemplar padre y esposo, es el líder de la GIGN, roles que ponen a Thierry bajo constante presión al poner la vida de otros sobre la suya. Al otro lado de la moneda está Yahia (Aymen Saïdi). Él, también tiene una familia, creyente en su causa y en su fe y líder de los terroristas. Thierry y Yahia forman una especie de imagen especular, distorsionados por la distancia pero similares en naturaleza. Ambos son hombres de familia pero dedicados a su misión, son el impulso que sus hombres siguen. Allí, a pesar de la evidente carga ética, Leclercq no cae en facilismos de clichés de buenos y malos, ni en caricaturizaciones para representar a los terroristas. Y el tercer personaje es Carole (Mélanie Bernier), quien trabaja para el Ministerio de Asuntos Exteriores y para efectos de la película, es la parte visible de la reacción política de Francia en el incidente. Carole, es una perspectiva femenina en un mundo patriarcal e inútil que no estaba preparado para el secuestro. Ellos pensaban que se enfrentaba a un secuestro tradicional y no a una misión suicida, detalle que no pasa desapercibido por Carole, que no obstante, por su condición de mujer, es menospreciada por sus pares. Leclercq no escatima esfuerzos en demostrar la incapacidad de los gobernantes, su letargo y falta de reacción. Una casta desfasada en el tiempo y con una mentalidad incapaz de comprender un mundo cambiante. No obstante, y añadiendo otras capas al personaje, Carole muestra el otro rostro de la política, uno que es capaz de ofrecer dinero por información, que no escatima en ensuciarse las manos por un “bien mayor”. Claro está, la película no la juzga, porque si eso fuese necesario, quedaría para que lo haga el espectador.
Si tuviera que señalar un punto débil en la película, es que se centra exclusivamente en el hecho, como el título indica, en el asalto. Y está muy bien construida para eso pero habría ayudado dar un poco de contexto socio-político al suceso. Es decir, el conflicto entre Francia y Argelia, su ex colonia, los movimientos de independencia, la respuesta de la metrópoli, etc., que permitiesen reforzar a escenas de por sí ya muy buenas y con una carga emocional tremenda. Principalmente, cuando Yahia ya ha secuestrado el avión y es interpelado por su madre a abandonar el plan. Entre lágrimas, Yahia despide a su madre pues su causa está por encima de él mismo. Y más allá de la opinión que cada uno tenga de esto, merece resaltarse cómo el director evita opinar sobre un tema sensible y que atañe a su propio país, buscando mostrar a los personajes y al evento de la manera más neutra posible. El Asalto va más allá de la fórmula hollywoodense donde los malos son castigados por su insania y los buenos siempre ganan a pesar de las circunstancias adversas. Leclerq evita esos facilismos para dejar a nosotros el juicio de valor. Y en todo caso, si algo es claro, es que la pérdida de cualquier vida humana, ya es de por sí una derrota.
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